Fui a Dollarcity a comprar una bañera para bebé y no había, y me sentí rara pidiéndosela al vendedor porque no tengo bebé y él me estaba mirando con cara de ternura, como imaginándome bañando a mi bebé.
La bañera era para meter mis pies en la tierra.
Compré finalmente una caja plástica con dos huecos a los lados para cargarla, color morado pastel, que decía “organizador”. Medí mi pie junto a ella para asegurarme de que entraba. Me demoré un tiempo escogiendo el color por su simbología: verde corazón, azul garganta, amarillo poder? Finalmente me fui por el morado, el primero que había cogido. También había, por el mismo precio, una caja para arena de gato más grande donde cabían mejor mis pies, pero no la escogí porque solo venía en negro y gris y me pareció deprimente para una actividad tan nutritiva.
Y es que el médico me dijo que me hacía falta tierra.
Entonces después del Dollarcity me fui al vivero más cercano a mi casa, tras estrellar dos veces el carro contra los postes del parqueadero, y compré tierra. Había dos chicas y me miraron con horror cuando dije que quería un bulto: pero son cincuenta kilos y estamos solas! Yo tampoco quería subir cincuenta kilos hasta mi apartamento, así que escogí el paquete pequeño.
He comprado tierra varias veces este año. Siempre se me queda corta y siempre vuelvo a comprar poca, como procrastinando. Diciéndome que por ahora es suficiente y luego veré, pero siempre sé que ese “luego” viene con la falta de tiempo para ir al vivero o más bien con la creencia de que no tengo tiempo para eso.
Pero hoy sí me di el tiempo. Tomé la Circunvalar y se me aparecieron majestuosas las montañas del occidente de la ciudad en un atardecer punzante, brillante, como queriéndome decir algo. Qué?
Estos últimos días me hablan mucho las plantas, los pájaros, las situaciones. Escuchar a la vida me ha estado dando más claridad para elegir. Desde saber cuál era la panadería ideal para tomarnos un café con la familia, hasta escoger el vestido que llevaría mi abuela en el ataúd. No sé por qué, pero entré a esa primera tienda y lo vi, sin lugar a dudas, frente a mi. Blanco con flores rojas. Ese es.
En general me resulta difícil elegir, porque me digo que hay cientos de opciones y que es importante, es su último vestido; es el lugar donde vamos a descansar y tomar café en familia después de regar sus cenizas; es decir sí o no a cada instante, delineando el siguiente, dándole rumbo a toda una vida. Desde lo más nimio hasta lo más grande, el abanico de posibilidades me abruma; pero aquí no. Supe que no era otra panadería, ni otro vestido, y esa certeza fue suficiente para que no los hubiera. Para desenredar la madeja.
Nos metimos a la panadería que señalé con el dedo tendido sin temblar y nada hubiera podido ser más reconfortante que el agua de papayuela que nos sirvieron entre ese olor a pan y pueblo. Así tenía que ser. Sentí la tierra de lo que estaba pasando bajo mis pies, en vez del aire difuso, amplio y extenso de lo que podría ser.
Me vi a mí misma como siendo guiada, conectando con algo más grande, y lo dije. Pero apenas lo expresé, se difuminó el canal, como si nunca hubiera existido. Y es que he notado que cuando llega mi ego a apoderarse de la magia, ella se ríe y se esconde.
Mientras veía las montañas doradas, camino al vivero, me pregunté qué mensaje traen las situaciones. Y recordé algo que ya había pensado antes: el mensaje es la situación misma, no hay que dilucidarlo. Vivir ya es aprender.
Ahora tengo los pies metidos hasta los tobillos en tierra de vivero mientras escribo frente al computador. No sé si esto vaya a calmar mis nervios, pero al menos me impide estar bajando a la cocina o parándome a echarle agua a las matas, porque si me paro lleno todo el piso de tierra. Estoy como anclada. Y finalmente es eso, no? Un poco de raíz. Un poco de tierra bajo los pies, literalmente.
Quisiera escribir sobre mi abuela. Aún no sé qué. Quisiera escribir sobre esos días en Tunja en el hotel junto al hospital y sobre mi mamá y la pizza que nos comimos una noche para celebrar el gozo dentro del dolor, la belleza en medio de todo ese lodo que a veces es la vida.
Quisiera escribir sobre muchas cosas, y me pasa eso: me paralizo porque se me van las ramas por todos lados y no sé por cuál coger.
Por ahora, la tierra bajo los pies.
Te amo Yomsi 🤍🌱